lunes, 22 de marzo de 2010

COLECCIONANDO FOTOS

SALTANDO POR SALTA...

Nuevamente en la ruta, nuestro destino era Güemes, pero, Oh sorpresa! Recibimos un mensaje que nos pondría muy contentos, Un mensaje de mi hermana y mi mamá preguntándonos donde estábamos porque querían venir a visitarnos y de paso despedirse. Sabiendo que iban a venir, decidimos cambiar nuestro rumbo hacia el Sur, para encontrarnos en Cafayate.
Ya que nuestro nuevo rumbo iba a ser Cafayate decidimos hacer una ruta que nos haría conocer gran parte de los Valles Calchaquíes, paramos en un pueblo llamado Chicoana, un pueblo muy pintoresco dedicado en gran parte a la plantación de tabaco, recorrimos un poco el pueblo, pasando por una secadora y seleccionadora de tabaco que Miguel con gran amabilidad nos hizo conocer. Y en una de nuestras perdidas por el pueblo paramos a un hombre que iba caminando y le preguntamos por un camping, empezamos a hablar y en cuestión de unos minutos ya nos había encontrado un lugar para dormir, nuestro nuevo amigo, Tono, resultó ser un músico y una persona dispuesta ayudar.
Dormimos en la casa de la tradición, bajo un gran techo de zinc. Al otro día salimos para Cachi y tomamos una ruta y en pocos kms ya estábamos siendo parte de los hermosos valles, una ruta que en cada curva se descubren montañas impresionantemente bellas, fuimos parando cada 5 minutos a contemplar esa maravilla, hasta llegar a lo mas alto 3350 mts ya con nuestra Duna Móvil apunada y tosiendo paramos, hablamos con un ciclista que se iba a Cuzco nos sacamos unas fotos y emprendimos el descenso pasando de estar en medio de las nubes y con mucho a frío a estar en un desierto árido y caluroso.
Llegamos a Cachi con la necesidad de pegarnos una ducha así que fuimos a un camping muy bonito nos bañamos y salimos a recorrer un poco el pueblo. Cachi es un pueblo incrustado en la montaña , muy turístico y bello, donde se sigue construyendo con adobe, como hace cientos de años y a su vez encontrás ranchitos precarios con terribles antenas de Direct tv, es algo muy raro que no estaba acostumbrado a ver..
Salimos de Cachi por la famosa Ruta 40, lo mismo que tiene de famosa lo tiene de serrucho, se nos terminaron de aflojar los tornillos que ya teníamos flojos, pasando por lugares casi inhóspitos, luego por la Quebrada de las Flechas (hermoso lugar) y en un par de horas más ya estábamos en Cafayate y como en casi todas las ciudades que visitamos, fuimos a parar a la plaza. Ahí conocimos a Damián un artesano que hace como dos años que viene viajando y nos contó sus historias, aventuras, anécdotas, aprendizajes, hace un año que conoció a su compañera Martina, y viajan juntos.
Al otro día nos levantamos y nos fuimos a la orilla de un río (seco) donde nos hicimos una rica comidita y luego a esperar que llegara mi familia. En eso llega una chica en bici y nos pregunta si ahí se podía acampar, nos pusimos a charlar, a tomar unos mates. Ella es de Nueva York, vino a la Argentina y en Bolivia se cruzó con unos colombianos que vienen viajando desde Colombia en bici y ella ya se prendió en la aventura, la verdad fue muy lindo conocerlos, tanto a ella como a los colombianos (que los conocimos por la noche)
Luego de varias horas de espera al fin llegaron! Mi mamá Gladys, mi hermana Soledad con su novio Mario, y mis sobrinos Facu y More. La verdad que verlos después de 6 meses fue muy emocionante. Nos quedamos charlando en la plaza y se hizo muy tarde y fuimos a buscar un lugar para dormir.
Al otro día a la mañana, tomamos unos mates, charla de por medio y salimos rumbo a Salta. Hicimos la ruta 68 pasando por lugares increíbles, uno de esos lugares fue el Anfiteatro, es un lugar que a la naturaleza le llevó 90 millones de años formarlo, donde el agua y el viento fueron erosionando la piedra formando un anfiteatro con una acústica increíble. Al entrar ya empecé a sentir que mi corazón latía diferente, me senté y con la música de fondo de un músico que tocaba la guitarra y la quena me dejé llevar por los sentimientos que iban naciendo dentro mío, fue como sincronizarse con la naturaleza, una afinación, un acercamiento, una armonía que me llevó hasta las lagrimas y Noelia sentada a mi lado pero mirando para otro lado tiene que haber sentido algo parecido porque a ella también se le caían algunas lagrimas fue sin duda, un pedacito del mundo que nos llenó el alma. A pocos metros de ahí otra obra maestra de la naturaleza, La Garganta del Diablo, otra vez fluyen los sentimientos. Lo primero que sentimos fue miedo, miedo porque en ese lugar es como que perdieras el poder, dejas de tener el control, te das cuenta que ante tanta inmensidad no sos nada te sentís pequeño, después de un rato ya empezás a sentir paz y unas ganas de agradecer a la naturaleza semejante regalo y agradecerle también que nos de la posibilidad de conocerlo. Nos fuimos retirando y a cada paso mirando hacia la garganta agradeciéndole por tanta belleza
Después de todo lo vivido salimos rumbo a Salta, al llegar a la ciudad buscamos un camping empezamos a armar campamento, cada uno armó su carpa (hasta Facundo y Morena tenían su pequeña pero pintoresca carpa) tomamos unos mates (para variar) y nos invitaron a ir a una peña folklórica. Fuimos todos a cenar, y la verdad pasamos una noche muy linda, entre vinitos, empanadas, baile y seres queridos. Hasta hicieron que se entere todo el público presente de nuestro viaje, en verdad pasamos muy bien.
Dormir esa noche después del vinito, no fue nada complicado.
Al otro día subimos a un cerro y cansados volvimos al camping donde llegó el momento triste de la despedida. Pero bueno, como dice Benedetti, estoy empezando a comprender mejor las bienvenidas que los adioses. Quedándome en el corazón el recuerdo de la bienvenida, del reencuentro y no de las despedidas.
Y por supuesto, más que agradecidos con la Sole y Mario por haberle dado a mi mamá la oportunidad de venir a Salta a saludarnos.
También queriamos agradecerles a todos los que nos han dejado comentarios, ya que nos incentivan a seguir soñando, y no nos queremos olvidar del Dani y la Sole que nos dieron una mano con el tema del seguro.

jueves, 18 de marzo de 2010

DE UN SALTO A SALTA

Arrancamos para el norte de Argentina, después de despedirnos de la familia en Palmitas, zarpamos para nuestro tan preciado norte. En realidad hasta nuestra llegada a Salta, mucho para contar no hay, salvo algún ataque de mecánico que me sabe agarrar y por querer hacer un bien, casi fundo el auto. En Curuzu Cuatia, se me ocurrió cambiarle el agua a nuestra Duna Móvil, compramos refrigerante, anticorrosivo, anticongelante, antiinflamatorio, anti todo, y saque el agua del motor por una manguera del radiador, hasta ahí , todo bien, puse el refrigerante con agua, prendo el motor y esperé a que se caliente, así prendía el electro ventilador, y trabajo terminado, pero mi amigo el electro, no se dignó a prender, y el agua se hirvió. Pero con una perilla salvadora que me hizo poner el doctor de cabecera, Lorenzatti, prendí el electro a mano, agregué agua y muy asustado fuimos a un mecánico de verdad, el mecánico me tranquilizó y me dijo que estaba todo bien, que el agua se había volcado porque no tenia la tapa del tanquecito puesta, y mirando se dio cuenta que se había cortado un cablecito. Arregló el problema y luego de una corta pero intensa charla, nos dijo buen viaje, y no nos quiso cobrar ni un centavo.
Después del susto salimos nuevamente rumbo al norte. Apenas cruzamos a nuestra querida Salta nos sucedieron una cantidad de cosas hermosas.Paramos en una estación de servicio a descansar un poco y nos pusimos a charlar con el playero, le contamos que éramos artesanos y el nos dijo si le podíamos mostrar lo que hacíamos. Nosotros encantados fuimos y bajamos nuestras pulseras, en eso llega una camioneta con una familia, se bajaron y también querían ver las artesanías. En un ratito nos compraron varias cosas haciendo de un día no productivo, un día productivo. Además de vender, nuestro amigo el playero nos prestó las duchas de la estación, ya que la convivencia se estaba tornando difícil después del calor del Chaco y de Corrientes.Teníamos que mandar una carta, así que paramos en Joaquín Gonzalez y fuimos al correo. En el correo preguntamos que lugar podíamos visitar y ahí nos nombraron un Parque Nacional, llamado, El Rey.Como ya era tarde, decidimos ir a la plaza del pueblo y como vimos que andaba gente en la vuelta, sacamos nuestras artesanías y las pusimos colgadas en el auto, porque como andaban muchos policías pensamos que nos iban a decir algo si armábamos el puesto.Al ratito de estar ahí, vimos a unas chicas que bajaron una mesa, se pusieron a unos metros nuestros, al lado de una una columna que tenia enchufes y en 5 minutos tenían su puesto de bijouterie armado, con luz.Enseguida una de las chicas se cruzó a nuestro Auto puesto, y nos pregunto si teníamos trenzas para el pelo, empezamos a hablar y le preguntamos si nosotros también podíamos armar nuestro puesto, y no dijo que si, que no había problema y en 5 minutos teníamos todo armado y con nuevas amigas; Natalia, Florencia, una de sus hijas, Romina y Laura.Romina quería aprender a hacer macrame así que entre los dos hicimos de profesores y ahí no más arrancamos las clases aceleradas.Nos invitaron a su casa, y sorprendidos por la invitación inmediatamente dijimos que si.Después de vender en la plaza nos fuimos a su casa y ahí conocimos a las otras integrantes, Tatiana y Yanina.Al llegar a la casa, nos dijo: "este es el baño, esta es la cocina, esta es la heladera, hagan de cuenta que están en su casa". Y la verdad nos hicieron sentir en todo momento como si fuéramos parte de su familia, Natalia nos cocino empanadas salteñas, 100% caseras, chancho de monte (jabalí), y algunas otras cositas descubriendo así varios sabores, hasta el momento desconocidos, y entre vinitos, comidas, mateadas, llegó el momento de la despedida después de compartir 3 hermosos días, alegres por continuar nuestro viaje y tristes por separarnos de estas hermosas personas.Llegamos al camino de tierra que nos conduciría al Parque del Rey, un camino de 40 kms bastante deteriorado, pero con toda la fe puesta en nuestra Duna Móvil, encaramos para el parque. Hicimos apenas 10 kms y nos topamos con un río que a simple vista no parecía tan hondo, nos bajamos y empezamos a cruzar, y el agua nos llegaba a las rodillas, y recordando que no hace mucho sufrimos un pequeño percance con el agua, decidimos desistir de la visita al parque.Desilusionados dimos la vuelta y a 500 mts vimos una casa la vera del camino. Nos bajamos y caminamos unos metros y nos salieron a dar la bienvenida dos perros y con una vocecita tímida un hombre, retándolos, sale y se presenta “hola soy Pancho y mi señora, Vicenta” no terminó de presentarse cuando ya nos invitó a pasar, “sientense, sientese, me van a aceptar un vaso de gaseosa, verdad?” nosotros, medios desconcertados por tanta amabilidad, aceptamos. Empezamos a hablar un poco sobre el parque, cuando nos preguntó, “ a ustedes les gusta el mate cebado, no?” y nosotros, que todavía nos duraba el desconcierto, volvimos a aceptar. Saltó de la mesa y le dijo a Vicenta que caliente agua para el mate, en eso cae un amigo de ellos, Don Rojas, con quien conversamos un poco, mientras tomábamos unos mates. Al momento que don Rojas se estaba por ir, Vicenta me dice, “se van a quedar a almorzar, verdad?” Está de mas contar la bondad de estas dos personas, con las cuales compartimos muchos momentos agradables, haciéndonos sentir en todo momento como si fuésemos de la familia, hasta el punto de llamarnos sobrinos. Seguimos descubriendo nuevos sabores salteños hechos por la mano mágica de doña Vicenta, la que cocinaba en un gran bracero dentro de su cocina. Nos contaron historias de viajeros, de leones (pumas), gatos monteses y grandes aves que se comen los pollitos, y otras historias. Luego de los hermosos momentos vividos con ellos, cada vez se hacia más difícil pensar en la despedida. En un momento Noelia me dijo, “nos tendríamos que ir hoy porque tengo miedo de encariñarme demasiado” y no era para menos, no resulta dificil encariñarse; sin querer tu corazón empieza a sentir un gran afecto por personas que, cuando uno la mira a los ojos, ve su bondad, su transparencia. Pero como todo viajero el momento llegó, y quisiera contarles que no fue nada fácil, con abrazos y lágrimas de por medio, nos despedimos más de una vez, como sin querer irnos. Esa sensación quedó por varios días, recordándolos a cada momento y sin cansarnos de contar todo lo que nos ayudaron y nos brindaron. Decirles, sencillamente, Gracias