sábado, 17 de abril de 2010

VOY, POTOSI VOY... TE DIGO QUE SI VOY...

Después de la despedida, de mi madre, salimos del camping para dormir nuevamente en una estación de servicio y al otro día arrancar con destino a la provincia de Jujuy. Siguiendo con nuestro método de pasar de largo las grandes ciudades, tomamos la decisión de buscar un pueblito mas tranquilo para dormir. Purmamarca parecía reunir todas las condiciones. Una vez ahí, estacionamos cerca de la plaza lugar típico de todo pueblo norteño de venta de supuestas artesanías. Digo supuestas, porque al recorrer las plazas de distintos pueblos, nos encontramos con los mismos productos, en todos los puestos. Estando un rato en la plaza, paró un Trafic ultimo modelo y cuando abrió sus puertas vimos este productos “artesanales” traídos de Bolivia y de Perú, seguramente hechos por la mano de obra barata de nuestros queridos países hermanos.
Salvo este pequeño trago amargo, nuevamente la naturaleza nos regala su belleza con cerros multicolores que en algún momento fueron fondo de mar, donde todavía pueden encontrarse fósiles petrificados y otras huellas. Sentados frente al cerro de los 7 colores, que supera ampliamente a cualquier obra pintada por la mano del hombre, estuvimos tratando de comprender todo lo que el cerro nos quería contar con sus colores. Luego de un corto paseo por Purmamarca, y al ver que nos quedaban varias horas de sol, la decisión fue continuar hacia Tilcara, no sin antes despedirnos de tanta belleza.
Al llegar a Tilcara nos dimos cuenta que no somos las únicas personas corriendo detrás de un sueño. En la plaza de Tilcara no conocimos a uno, ni a dos, ni a tres, sino a 6 personas con nuestro mismo objetivo, intentando “atrapar su sueño”, haciendo referencia al libro Atrapa tu sueño, de la familia Zapp, el cual todos lo llevan consigo, una fuente inspiradora para salir detrás de los sueños personales. Fue tal la alegría de conocer a este grupo de personas que automáticamente aceptamos la invitación de ir hacia su campamento, con ellos compartimos muchas horas de charlas, comidas, mateadas, sueños, historias personales, anécdotas y una gran pasión por el camino.
Ellos son, Majo y Lucho que viajan en una kombi llena de mimos, ya que desde hace mucho tiempo la vienen arreglando y haciéndole cariños, salieron desde Bariloche, Mariana y Andrés (excelente dibujante que nos pintó el mapa de América en el capot y nos hizo el logo de la Duna Móvil) en una Ford F150 preparada especialmente para este viaje, salieron desde Comodoro; y Seba y Esteban en una Ford F100, que a medida que van viajando la van equipando y salieron desde Buenos Aires.
Nuestra idea era seguir camino, pero en dos semanas era semana santa y todos nos dijeron que era una buena posibilidad para vender. Nos parecía mucho tiempo pero al hacernos tan compañeros, y como teníamos que esperar los papeles del seguro, decidimos quedarnos.
Semana santa pasó con muy buenas ventas, así que casi 4 semanas después partimos rumbo a Bolivia, con unas inmensas ganas de recorrer un país en plena revolución llevada adelante por los pueblos originarios.
Al cruzar le pusimos dos zapatitos nuevos al auto ya que sabíamos que de Villazon a Potosí la ruta esta en construcción y es todo camino de tierra.
Hicimos noche en Tupiza, donde nos encontramos con Seba y Esteban y su nuevo compañero de viaje Ciru, con quienes compartimos unos ricos fideos con verduras (Comida típica, no de Bolivia, sino de Noelia) y nos despedimos hasta el siguiente encuentro ya que ellos iban para Uyuni y nosotros para Potosí.
Ya en la ruta hacia Potosí paramos en una casa para preguntar cuanto faltaba para el siguiente pueblo, y nos recibió muy amablemente, Mario, quien sin pensarlo un instante y tomándonos por sorpresa, nos invitó a pasar la noche ahí.
Acomodamos la Duna móvil al lado del corral de las cabras y casi sin darnos cuenta estábamos a la luz de las velas una rica sopa, e intercambiando formas de vida, dándonos cuenta cada vez más que lo importante no está en lo material, sino en la humildad y en lo que se tiene dentro del corazón.
Ellos viven en una zona llamada Abra Chica donde hay varias casas abandonadas, Mario e Inés (y su pequeño hijo Jhony) nos contaron que las personas que ahí vivían salieron en búsqueda de una “mejora económica” hacia las grandes ciudades, quizás sin saber que en ese lugar esta todo lo que se necesita para vivir: aire no contaminado, agua, que gracias a la ayuda de su presidente Evo Morales, hoy pueden almacenar en grandes tanques, y no ir a buscar a lomo de burro hasta la vertiente, como antes lo hacían. Tienen maizales, pequeñas plantaciones de trigo, árboles frutales, papas, y otras verduras, todo esto regado artificialmente. Ellos crían cabras, hacen queso, venden cabritos y con lo que ganan compran lo que ellos mismos no pueden cosechar o hacer.
Al partir, sentimos una sensación algo extraña, creemos (por la charla que tuvimos) que ellos sienten que no tienen nada y nosotros creemos que ellos lo tiene todo. Tienen comida, agua, son dueños de su tiempo y les sobra bondad y amor. Y en su forma de vida vimos una solución. Si todos siguiéramos sus pasos, el mundo no estaría al borde del precipicio.
Luego de unas horas de serruchito y el tan deseado asfalto llegamos a la legendaria Potosí. La ciudad más alta del mundo con sus 4070 mts. Apenas entramos la ruta te lleva al pie de lo que queda del Cerro Rico, decimos lo que queda, porque verdaderamente impresiona ver los socavones uno al lado de otro; e intentando imaginarnos cual habrá sido su forma original nos metimos a la ciudad y comenzamos a recorrer las calles angostas y empedradas típicas de la época colonial.
Recorrimos sus calles, comimos comidas típicas, y desesperadamente buscamos un lugar para dormir barato con la única condición que tenga ducha, y lo encontramos, ya que hacia 5 días que no nos bañábamos, y después de más de 200 kms por camino de tierra, parecíamos un ladrillo de adobe.
Siendo totalmente sinceros estamos un poquito asustados porque mañana a la mañana vamos a entrar a los socavones del cerro, para intentar sentir en carne propia lo que sintieron aquellas personas que en la época colonial, eran obligados a punta de pistola a meterse cientos de metros bajo la tierra para enriquecer a la tan ambiciosa corona española. La gran diferencia es que nosotros no vamos obligados

Texto del libro Las venas abiertas de América latina de Eduardo Galeano,

En tres centurias, el cerro rico de Potosí quemó, según Josiah Conder, ocho millones de vidas. Los indios eran arrancados de las comunidades agrícolas y arriados, junto con sus mujeres y sus hijos, rumbo al cerro. De cada diez que marchaban hacia los altos páramos helados, siete no regresaban jamás. Luis Capoche, que era dueño de minas y de ingenios, escribió que « estaban los caminos cubiertos que parecía que se mudaba el reino ». En las comunidades, los indígenas habían visto « volver muchas mujeres afligidas sin sus maridos y muchos hijos huérfanos sin sus padres » y sabían que en la mina esperaban « mil muertes y desastres ». Los españoles batían cientos de millas a la redonda en busca de mano de obra. Muchos de los indios morían por el camino, antes de llegar a Potosí. Pero eran las terribles condiciones de trabajo en la mina las que más gente mataban. El dominico fray Domingo de Santo Tomás denunciaba al Consejo de Indias, en 1550, a poco de nacida la mina, que Potosí era una « boca de infierno » que anualmente tragaba indios por millares y que los rapaces mineros trataban a los naturales « como animales sin dueños ». Y fray Rodrigo de Loaysa diría después: « Estos pobres indios son como las sardinas en el mar. Así como, los otros peces persiguen a los miserables indios... ». Los caciques de las comunidades tenían la obligación de reemplazar a los mitayos que iban muriendo, con nuevos hombres de dieciocho a cincuenta años de edad. El corral de repartimiento, donde se adjudicaban los indios a los dueños de las minas y los ingenios, una gigantesca cancha de paredes de piedra, sirve ahora para que los obreros jueguen al fútbol; la cárcel de los mitayos, uniforme montón de ruinas, puede ser todavía contemplada a la entrada de Potosí

Queríamos agradecer y a su vez pedirle disculpas al Dani y a la Sole que nos dieron una gran mano y por haber aguantado nuestra impaciencia.
También agradecer a todas las personas que nos han escrito y dejado algún comentario, porque eso nos estimula para seguir escribiendo.